Ronda es una hermosa ciudad en el
sur de Andalucía. Entre sus muchas peculiaridades está
el haber sido núcleo importante y refugio de unos
personajes que durante siglos vivieron al margen de la
ley, los bandoleros. En las primeras rutas que irán
desfilando por estas páginas trataremos de mostrar al
caminante la belleza del paisaje y los lugares donde
ocurrieron algunos hechos históricos de estos
personajes.
El
Primer recorrido escogido tiene historia, y bastante
macabra. En esta zona cometió sus crímenes Pasos Largos,
el último bandolero de la Serranía de Ronda.
En
el cortijo de El Chopo, cuyas ruinas encontraremos casi
al final de la ruta, inició su vida delictiva el
bandolero, al matar, en 1916, al guarda del cortijo y a
su hijo, quienes lo habían denunciado a la Guardia Civil
por cazador furtivo. Había jurado vengarse de la brutal
paliza que le propinaron los agentes tras detenerle.
Juan José Mingolla Gallardo, así se llamaba, había
nacido en el Puerto de Los Empedrados, en el antiguo
camino de Ronda a El Burgo; vivió casi toda su vida en
estas tierras y solo abandonó la zona tras los
asesinatos. Pasó sus días entre la cárcel y el monte,
como un auténtico héroe romántico, hasta que concluyó su
existencia descarriada en un enfrentamiento con la
Guardia Civil en 1934.
El
recorrido comienza en el llamado Cruce de la
Circunvalación, en la Cañada Real, entre la carretera de
Campillos y la vía del tren. Sirve como orientación una
suave subida donde se pueden ver varias casas a la
izquierda y, a la derecha, un olivar abandonado. Hay que
dirigirse hacia las industrias y viviendas que se
vislumbran al fondo tras cruzar la carretera, y seguir
por los campos abiertos de cereales y girasoles que
aparecen después. Llegamos a unos terrenos arcillosos
atravesados por un arroyo, llamado del espejo, que sólo
lleva agua en épocas de lluvias intensas.
En
este lugar, donde el suelo se vuelve pedregoso, la
Cañada recobra la anchura que histórica y legalmente le
pertenece, aunque enseguida la vuelve a perder al
mejorar de nuevo la calidad del suelo. Los cultivos y
las casas de campo la estrechan hasta convertirla en un
carril que cruza una vez más la carretera de Campillos,
ahora a unos cuatro kilómetros y medio de su inicio.
La
carretera se deja a la izquierda y se continúa por la
Cañada, que discurre sobre una suave pendiente en
dirección noreste. Cuando el camino llega a unos
eucaliptos, gira a la derecha y comienza un brusco
descenso, que termina en una bifurcación de caminos, por
la izquierda se llega hasta el nacimiento de la
Ventilla, bajo el puente de la antigua carretera. Nos
encontramos ahora a unos seis kilómetros del comienzo,
el nacimiento es el lugar perfecto para darnos un
respiro y refrescarnos con el agua del manantial que hay
allí.
La
segunda etapa de la ruta se inicia en el ojo del puente
que hay cerca de la fuente. Desandamos un corto tramo
dejando la fuente a nuestra espalda y se llega al arroyo
del Chorrero. Se pueden ver abundantes matorrales de
matagallo, retama y espino majoleto y, en el arroyo,
juncos y zarzas. Es frecuente también encontrar fósiles
de animales marinos, lo cual nos enseña el origen de
estos terrenos. A veces cruzan el aire cernícalos y
algún autillo. A pocos metros, cuando se unen dos
arroyos, hay que tomar el de la izquierda, subir y
cruzar la vía. El paisaje entonces cambia radicalmente.
El
camino cruza una pequeña angarilla de madera y se
adentra en terrenos del cortijo de Los Aguilares. Hay
numerosas encinas y, en las zonas más húmedas, algunos
quejigos que lucen sus mejores galas en otoño,
precisamente cuando están a punto de perder sus hojas.
Continuamos ascendiendo por un encinar en regeneración
hasta encontrarnos frente a una extensión de campos
cultivados, unas ruinas cercanas marcan el lugar que
ocupo el Cortijo de La Capellanía, frene a ellas, a la
izquierda del camino, se encuentra la cascada del
Chorrero. Muy cerca, semioculta, está la cueva del mismo
nombre, un lugar de singular belleza. Es un terreno
rocoso, difícil de andar, fisurado por pequeñas crestas
y hundideros y cubierto por abundante matorral.
Una
vez regresamos al camino se puede escoger entre dos
rutas distintas, marcadas por otros dos arroyos que se
unen en ese punto, el de la Fuente del Soldado por la
izquierda, y el de la Fuente del Espino por la derecha.
Si se continúa por el arroyo de la Fuente del Soldado se
pasa por la base del cancho (peñasco grande) del Fraile,
donde habita una colonia de chovas, las mismas aves que
viven en el Tajo de Ronda.
Frente a la unión de los dos arroyos están las ruinas
del cortijo de El Chopo. Sólo quedan restos de los
gruesos muros de la casa y algunos árboles frutales y un
manantial en la huerta abandonada. Después de dejar el
cortijo atrás se atraviesan unos largos campos de
cereal, en los que también es frecuente ver los
cernícalos con su peculiar vuelo. La marcha concluye en
la subida al Puerto del Viento, de cierta dureza, ya
andando paralelos a la carretera. En las lomas y los
cerros por los que se atraviesa quedan restos de encinar
y matorral, que debió ser la vegetación característica
de toda la zona antes de que se utilizara la llanura
para cultivos. Si hay suerte, es posible ver algún zorro
antes de llegar a lo alto del Puerto del Viento. Desde
este punto final, mientras se descansa del paseo, puede
contemplarse una magnífica vista de Ronda y sus
alrededores.